Tu vecina

Mi madre
siempre me ha dicho que para
ser algo
hay que creérselo.

Yo no soy Dios porque
nunca
he creído en Él.
Si hubiese sido
Él
te hubiese castigado.

Te castigaría por todo el daño que,
después del mío,
me hiciste.

Durante cuatro días
(dos días menos de los que
Dios
tardò en crear el mundo. Eso es mucho)
tuve que ver como
alguien
que no era yo
te cocinaba,
alguien
que no era yo,
comía contigo,
alguien
que no era yo,
se encerraba contigo
en aquel dormitorio exterior con muebles de Ikea,
hasta que se hacía de noche.

Dios tardò seis días en crear
el Mundo.
Eso es mucho.

Yo tardé uno en crear el nuestro.

Tú tardaste cuatro en matarme.
Casi.

Porque
alguien que no era yo,
(porque
ya solo era tu vecina,
la de enfrente)
se había hecho dueñ@
mal-a-mente
de
quien pasó conmigo tresmiltrescientossesentaycinco
días.

Dios no existe
ni está en todas partes
porque
no creo en Él
(eres

el que está en todos sitios.
La memoria me per-sigue).

Por eso y,
por otras tantas cosas,
no puedo castigarte.