El nº58 de la calle O`Donnell


Después de casi cuatro años hormonándome ya se puede decir que me siento como un hombre. 
Pasar de Antonia a Lucca ha costado su trabajo pero, al final, ha merecido la pena.
El mundo está loco. Mientras todas las mujeres, y hasta los hombre, se pasan la vida en salones 
de fotodepilación para quitarse el bello, yo he tenido que alterarme químicamente para que 
me salga, sin contar mi paso por quirófano para ponerme una polla en vez de una 95 de pecho. 
Mi madre diría que Dios le da pañuelos a quien no tiene mocos, pero eso es la vida. Pobrecita 
mi madre, pasar de Antonia a Lucca me ha costado su alegría, pero los hijos tenemos que vivir 
nuestra vida como ellos ya lo han hecho.
Ahora no tengo trabajo, ahora que me siento plenamente feliz, que me miro al espejo y me 
reconozco, ahora he tenido que adueñarme de la esquina de la calle O`Donnell para prostituirme. 
Es una calle medio buena, quiero decir, que allí las viejas que se quieren acostar conmigo tienen 
suficiente dinero como pagarme. Puse un anuncio en el periódico:

-Lucca, 28 años, no muy alto pero bastante guapo, ofrece servicios sexuales para señoras. 
Abstenerse gays y transexuales. Teléfono: +34000144477

Sé que es una ironía pero no quiero acostarme con ningún tío que ahora sea una tía, me ha 
costado lo mío llegar a ser lo que soy como para que ahora vaya hacia atrás como los cangrejos. 
Yo las cojo al vuelo, la nuez nunca engaña.
Decidí no ir a casa de nadie directamente para prestar mis servicios porque iba a estar todo 
el día en el camino, quien me llamara tenía que ir a recogerme en coche al número 58 de la 
calle O`Donnell. El número 58 era una conocida cafetería , "La Collet". Siempre esperaba dentro 
con un café y fumándome un cigarrillo. Juan, que siempre estaba sentado, dejado caer en una 
de las sillas de la primera mesa que había a mano derecha de la entrada, era el camarero más viejo, 
veterano, gordo y el que más mandaba y menos hacía de todos de todos. a él no le importaba nada que 
estuviese allí todo el día dedicando a esperar a "las viejas de dinero", como él las solía llamar. 
Me fui fuera a esperar a que me recogieran cuando, de repente, se para un mercedes negro, brillante, 
elegante como solo los mercedes negros pueden ser. Abre la puerta de atrás una jovencita con medias 
tupidas negras y falda negra, muy estrecha, por debajo de la rodilla.

-¿Antonia?, entra en el coche por favor.-

Sin saber por qué lo hice, me metí y cuando estuve dentro la reconocí de inmediato.

-¿Marta?, ¿Tú eres Marta verdad?-
-Sí, soy Marta, y tu eres, bueno, eras Antonia ¿no?.-
-Sí, aunque ella desapareció y ahora soy Lucca.

Marta se puso las manos en la cara tapándose la boca y la nariz con un gesto de tristeza.

-No me lo puedo creer Antonia, digo…..Lucca. ¡Nunca me lo hubiese imaginado!, pero la verdad es que 
está guapísimo. Cuéntame, ¿cómo te ha ido durante estos años? .-

Estuvimos todo el día juntos, recordando viejos tiempos. Antonia estuvo presente pero ese día entendí 
que ya no volvería más, que "La Collet" y Juan se quedarían atrás, y que Marta, la niña que tanto me gustó 
desde pequeña, siempre me había querido sin yo darme cuenta.

                                                                                         
                                                                                                              (30 de Noviembre de 2010)